Detalles - Gaston Yabo
- la bola
- 6 nov 2020
- 4 Min. de lectura
“Detalles”
Ensayo escrito por Gastón Yabo – Ganador del concurso literario categoría ensayos.
Un día te levantaste de la cama y ya no estabas triste. Buscaste en tu baúl de recuerdos, tu cabeza, eso que tanto te lastimaba y te diste cuenta que tu pecho no se volvía pesado, tu corazón no se aceleraba y ya no sentías la cuerda atada al cuello. Ese día, viste que el dolor había desaparecido y fuiste feliz después de mucho tiempo. Quizás fue ir a terapia, hablar con amigos, leer. Quizás fue todo eso o simplemente fue el tiempo el que te curó. Pero eso no importa porque la tormenta pasó y salió el sol. Es importante quedarse con eso y no seguir buscando cosas que no queremos encontrar ¿Sirve de algo avivar un recuerdo que ya dejó de doler? Siendo justos, no sirve pero ¿Sirve de algo detener el microondas justo un segundo antes de que llegue a cero? Evidentemente no, pero son pequeños placeres de la vida. Algunos se sienten reconfortados de alguna forma con el dolor (yo, por ejemplo) y buscan apretar la herida ya cicatrizada para ver si en algún punto duele. Porque así somos ¿No? ¿Hasta qué punto aguanto? Nos ponemos a prueba, consciente o inconscientemente, para ver cuánto peso somos capaces de cargar. O es la vida la que lo hace pero lo importante es ver qué tan deportistas o fisicoculturistas somos espiritualmente, ver qué tanta fuerza tenemos y cuán firmes son nuestros hombros para aguantar nuestra cabeza. Como buen deportista espiritual, me entreno diariamente buscando esas cosas que duelen para ver si soy capaz de sostenerlas. A día de hoy, todavía me dan los brazos, piernas, glúteos, y psiquis.
Es importante sentir dolor. No voy a decir nada nuevo pero la dualidad es necesaria para que las cosas tengan sentido porque ¿Cómo sentimos que estamos bien si no somos capaces de estar mal y que nos duela hasta el alma? La vida sería monocromática. Por eso insisto tanto en valorar la tristeza. Es por todas esas veces en las que estabas tirado o tirada en la cama llorando hasta que te ardían los ojos que hoy podés sentarte a pensar en la vida y decir “Ahora me siento bien, me siento feliz”. Pero el ser humano es un tanto extraño. Cuando está mal, anhela el momento en el que deje de sufrir, más o menos como cuando tenés la nariz tapada y pensás en cómo se sentiría poder respirar normalmente. Sin embargo, cuando estamos bien, no terminamos de valorarlo. Porque aparecen preocupaciones que nos inventamos, porque nos hacemos mala sangre por pelotudeces: Porque se comieron la última empanada que quedaba, porque el control de la televisión no está funcionando o porque querías dormir más horas ¿Realmente es necesario detenerse en problemas tan simples y básicos? Solo si se quiere vivir triste. Y no se confundan, el que es masoquista y le gusta introducir su dedo en la llaga no quiere vivir triste, sino que “”disfruta”” de los dolores momentáneos y luego sigue con su vida. Y ahora es cuando todos nos damos cuenta de cómo perdimos tiempo por cosas que no valían la pena. Frenaste tres minutos y la vida se te pasó, porque no podés siquiera hacer algo tan simple como salir a la calle. Y te pregunto ¿De qué te sirvió quedarte pensando tanto en algo irrelevante si ahora no podés ni pasar tiempo con tu pareja, amigos o quien sea que te haga sentir bien? Lo pongo en una balanza y me arrepiento mucho por haberme distraído o preocupado por cosas mínimas. Podría haber dado más abrazos, más besos, me podría haber juntado más con otras personas. Casi dieciocho años vividos y nunca fui capaz de ver cómo algo tan simple como poder caminar las cuadras de mi barrio podía ser algo tan necesario o hasta mágico, si se quiere. Todo esto me ayudó mucho a ordenar mi escala de valores y darme cuenta de lo que realmente vale la pena. Nunca había terminado de ver lo afortunado que era por tener un techo, un plato de comida, mi familia y amigos. Pero me sirvió como punto de inflexión, y estoy seguro de que también lo fue para muchos otros. Algo así como abrir los ojos con los ojos ya abiertos. Haberme percatado de tantísimas cosas que antes no tenía en cuenta, me facilitó la autocrítica ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué lo hago? Darte cuenta (de verdad) que tu vida se ve interferida directamente por la del otro y que lo importante es ser una mejor persona. Ver en qué podés ayudar al otro, que no haya ningún “pero” (o que sean pocos) cuando otra persona te nombre o recuerde. Es una muy linda sensación la de apoyar la cabeza en la almohada y sentirse tranquilo con uno, saber que no hay cosas tuyas que te hagan sentir mal. Al final, es eso la vida y el poder ser feliz, sentirse tranquilo con uno mismo. Es una especie de paz interior muy reconfortante.
Aunque las personas son capaces de tropezar dos veces con la misma piedra: Muchos atravesarán esto y a la semana seguirán actuando igual y no reflexionarán absolutamente nada. Pero también estoy seguro de que muchos saldrán de esta situación más sonrientes, con más energía y valorando cada detalle, sin importar lo pequeño que sea.
Comentarios