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LA HIJA REBELDE DE LA DICTADURA

Por Emma Mignogna & Iván Lencina


Analía Kanilec es docente de educación especial en una escuela de Buenos Aires, milita en el sindicato UTE-Ctera , mientras su padre cumple condena a prisión perpetua desde 2010 por crímenes de lesa humanidad. Analía integra el colectivo Historias Desobedientes, un colectivo que agrupa a hijos de padres genocidas y que tienen entre sus objetivos que sus progenitores paguen ante la Justicia por los delitos que cometieron durante la dictadura militar. Esta entrevista fue realizada en 2019 por el taller de periodismo del Pelle, y luego de recuperar los archivos se ha logrado revelar esta entrevista con ayuda de les chiques de La Bola.



Dijiste que para plantarte en contra de tu familia y de todo lo que pasó tuviste que ir en contra de toda tu crianza. Como vos relataste en tu libro, todas las historias que te contaban de chica tenían una moraleja de “hay que ser obediente”, ¿Cómo viviste vos el hecho de cambiar drásticamente tu crianza?

Pienso que es un hilo muy delgado, no es que yo me pongo en contra de la familia, ¿no? Yo me pongo a favor de la justicia y de la verdad, de querer conocer lo que pasó, de querer saber. Esto indefectiblemente me ubica en un lugar inédito alrededor de mi familia que era un lugar que nadie ocupaba, que nadie tomaba. Y después siempre considero que fui una desobediente. Vos leíste lo de la falta de ortografía, como algo sintomático, esta idea de que hay que escribir de tal manera. Siempre me iba como saliendo de la norma. Incluso, había un mandato familiar de que la mujer tenía que casarse y tener hijos. Yo me casé a los 22 años y a los 24 nació mi primer hijo. Y fui la que más tardó en casarse de las 4 hermanas. Cumplí el mandato pero me case con un compañero 20 años más grande que yo, que venía de familia anarquista, ateo, leía Página 12 y era fanático de Horacio Verbitsky. Me fui corriendo dentro de lo que podía. Fui rompiendo algunas estructuras. Después me anoté en el CBC, estudié, fui buena alumna, con buenas notas, me recibí de maestra. El CBC lo hice todavía estando en la casa de mis papás pero era como correrme de lo que esperaban de mí. Incluso mi primer trabajo fue en una escuelita privada que me había conseguido mi papá. Y después pude hacer un movimiento con eso y empezar a trabajar en la escuela pública, y de ahí empezar a enamorarme y decir “esto es lo que a mí me gusta”. No lo conocía de antes. Uno va eligiendo su propio camino más allá de las comodidades y los privilegios. Ir sintiendo que había algo natural en mí o que yo elegía, que hacía que no me sintiera comoda cumpliendo con todos esos mandatos o siguiendo con todas esas indicaciones. Yo no me siento cómoda en una posición como la de mis hermanas, tratando de pensar que mejor mirar para adelante y no pensar en lo que hizo mi papá. Yo necesito pensar en eso porque entiendo que es mi historia, la de mi papá, la de mi familia. Y a partir de eso uno también tiene otro margen de acción y de libertad, porque uno puede decidir en función de lo que conoce y de lo que sabe y eso es lo que nos hace libres y es la verdadera capacidad de elegir. Si no se hubiesen reabierto los juicios, yo me hubiese quedado como encuadrada dentro de los márgenes de acción que me daba esos conocimientos que yo tenía. El hecho de que haya sobrevivientes que hayan podido testificar y que lo hayan podido identificar a mi viejo y haya quedado preso, hizo que yo ampliara el margen de conocimiento que yo tenía.

¿Qué fue lo primero que notaste cuando empezaste a dar clases en una escuela pública?

Mira, son lógicas totalmente distintas, eso es lo que yo sentí, y yo que vengo del ámbito bien privado, viste?, al estilo “nosotros somos la Policía Federal”, en mi casa nosotras teníamos una servilleta cada una con nuestro nombre bordado, no compartíamos nada, cada una tenía su taza, cada una tenía su servilleta y de repente llegar a una escuela pública, donde, bueno, ustedes lo viven, circula la energía de otra manera, donde todos tenemos que ser responsables de todos, el cuidado que hagamos de los espacios compartidos, más allá de lo individual, lo propio. Es decir, entre todos construimos, entre todos nos movemos, todo es de todos y lo tenemos que cuidar, no depende solo de uno sino del conjunto. Después a nivel pedagógico, estrictamente también hay dentro del ámbito privado, por lo menos en lo que yo veía en esa poca experiencia que tuve dando clases en escuela privada era todo muy estructurado, muy de manual, “bueno repetí”, mucha opresión también desde la lógica de los maestros. Me acuerdo que cuando empecé a estudiar, pedirme días por examen era un problema porque la institución no contrataba a otros maestros, sino que mis compañeras en sus horas curriculares me tenían que venir a cubrir a mi, entonces que yo me pida días por estudio era un perjuicio para mis compañeras que después no podían disponer de esas horas curriculares para planificar, corregir, armas los boletines, que es el destino que tiene. Generaba una tensión. De repente llegué a la escuela pública y que una directora me diga que “no, no, a vos te corresponden los días”, me dice “además cuando vos pedís licencia le das trabajo a otra persona, y además a nosotros nos sirve que vos estudies y te capacites, porque el sistema se beneficia con que vos estudies más”, o sea, una lógica totalmente distinta, en cuanto a las condiciones de trabajo, en cuanto a las lógicas institucionales. Después en cuanto a la bajada que hay con los pibes, lo que se transmite con las rondas, las asambleas o las discusiones políticas en sala de maestros, que dentro del ámbito privado estaba obturado todo el tiempo.

Antes de que salieran los juicios y relacionaras a tu papá con la dictadura, ¿A qué pensabas que se dedicaba él?

Sabía que era policía pero nunca lo ví vestido de policía. Yo me lo imaginaba más en un lugar de oficina. Él dejaba bastante ese mundo por fuera de la familia, yo no tengo registro de mi papá contando cosas de su trabajo en mi casa. Pero nunca tenía la pregunta de qué hacia él en su trabajo.

Y previamente de que se lo llevaran preso, ¿Alguna vez sospechaste algo?

Ni remotamente. Ademas, yo crecí y pasé toda mi escolaridad en años de impunidad, el 24 de marzo como Día de la Verdad la Memoria y la Justicia recién se instala en 2003 o 2004. Empecé a ir a la plaza los 24 después de que me casé. De las Madres y de las Abuelas conocía muy poco, solo cosas de los libros y de la tele, algo totalmente lejano. Tenía una empatía por la lucha de las madres, tengo algún registro de alguna vez haber leído alguna nota que me impactó en el dolor que yo podía sentir en esa búsqueda, pero nunca jamás conecté que eso tenía algo que ver con mi historia.

¿Vos crees que tu mamá sabía las tareas que hacía tu papá?

Esa es una pregunta recurrente, y algo que trabajo mucho en terapia. Mi mamá lo conoció a mi papá cuando ella tenía 15 años, a los 18 se casó y a los 24 ya tenían 6 hijas. Ella siempre estuvo con él hasta último momento diciendo que él era el amor de su vida, sin poder hacerse una pregunta acerca de él, salvo en su lecho de muerte, donde ella pudo haberlo puesto en duda. Pero hasta último momento ella siempre se mantuvo firme al lado de él. Nosotras retomamos la relación durante sus últimos años de vida y esto ella lo hace a contraindicación de lo que mi papá quería, fue un acto de desobediencia de mi mamá. Pero mi papá no sabía. Entonces yo ahí empiezo a ubicar un estado de sometimiento en mi mamá, que siempre digo, yo no la voy a justificar a mi mamá porque uno siempre elige donde quiere estar, pero también entiendo por los modos de crianza que ella tuvo, y por el contexto donde ella se movió, que tenía muchas herramientas o muchas posibilidades hacia donde ir. Yo creo que ella hizo como un escudo con nosotras, sus hijas, y eso también hizo que se enferme muy jovencita. En los años 90, le diagnosticaron leucemia que afecta su sistema inmune y que la acompaña hasta que se muere a los 57. Yo creo que mi mamá estaba indefensa y su cuerpo hizo síntoma con eso y algo ahí se le jugaba entre la negación y el temor que le daba el conocer la verdad.

Dijiste que en los primeros años después de que hayan encarcelado a tu papá dudaste si eran de verdad los hechos, ¿Qué hacías los 24 de Marzo?

Empecé a ir a la plaza, a veces sola. Lo comentaba en mi casa, nadie me decía nada. Me acuerdo de haber ido un día temprano y por los altavoces nombraron a mi papá.

¿Vos crees que quienes siguieron la línea del pensamiento familiar como pueden ser tus hermanas merecen el cambio de trato de la sociedad?

No, yo creo que hay decisiones que uno toma y uno elige dónde se para, es una decisión de mis hermanas detenerse en ese lugar, entonces creo que sí, merecen la condena social. Como sociedad tenemos que señalar lo que está mal, se merece una discusión y una disputa por el sentido.

Cuando hace dos años el gobierno quiso instaurar la ley del 2x1, ¿Cómo te sentiste por eso?

Fue terrible y muy desolador, lo viví con mucha angustia. Mi viejo era unos de los que hubieran sido beneficiados con ese fallo. Me dió un respiro ver en la calle toda la lucha de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo junto con las organizaciones de DDHH de nuestro país, claramente marcó un límite al gobierno.

Hace unos años la revista Anfibia sacaba una nota en la que entrevistaba a la hija de Etchecolatz, ¿Qué puntos en común encontrás de los relatos de les hijes de genocidas?

Aparece dentro de nuestras historias esta sensación de soledad, la culpa y algo que menciona Mariana en esa entrevista es la condena social por el hecho de ser hijo de un genocida, esta vergüenza es algo recurrente entre nosotros. Ahí hay algo que nosotros venimos a denunciar que son estas lógicas de funcionamiento social de los mandatos: "de tal palo tal hijo"; "honrarás a tu padre", venimos a poner un signo de pregunta en estas cuestiones impuestas.

¿Cómo repercutió en tu vida, y, dentro del colectivo el caso de Santiago Maldonado?¿Cuántas personas pertenecen al movimiento?

Somos más de 50, arrancamos siendo 6. En vinculación somos 100.

Nos atraviesa de una forma muy visceral. Nosotros la primera vez que salimos a la calle como colectivo fue en el Ni Una Menos, el 3 de junio del 2017, ese día resolvimos que nos íbamos a llamar Historias Desobedientes. Al poco tiempo con la desaparición de Santiago, sus movilizaciones fueron de las primeras marchas a las que nosotros asistimos como colectivo, donde también aparece esta cuestión de deja vú, desaparecidos en democracia, pacto de silencio entre los gendarmes. Acompañamos en la calle la trascendencia que tuvo la desaparición de Santiago, el pedido de justicia y esclarecimiento de lo que pasó.

Después de que surgieron en el 2017 como movimiento, ¿Qué relación lograron construir con ellas?

Lo que pudimos ver es que generó un revuelo muy importante el surgimiento del colectivo, tuvo un espacio social fuerte y descolocó muchas convicciones sobre cómo es el hijo de un represor. Se lo expuso como algo inédito, inexplicable.

Existen otras agrupaciones que se autodenominan familia y amigos de presos políticos donde los familiares de los genocidas, se juntan para defenderlos.

Nosotros tuvimos la oportunidad de hablar con algunas Madres de Plaza de Mayo que nos dijeron que se juntaron, cosa que no hacen tan a menudo, incluyendo a Norita Cortiñas y se plantearon el escuchar qué es lo que teníamos para decir. Norita lo primero que nos dijo cuando nos vio fue “Ustedes no vendrán por la reconciliación, ¿no?” Porque eso era lo primero que se pensaba, que nosotros íbamos a buscar justificar y defender a nuestros padres. Ella nos decía “mirá si después de que se nos hacen amigos nos quieren convencer que sus papás no están mal”, con su sinceridad característica, nosotros le decíamos que no, que buscábamos un proyecto de ley porque nosotros queremos participar en los juicios y hay compañeros que tienen información que la quieren testificar. Está el caso de Pablo Berman, el padre fue un médico militar durante la dictadura en campo de Mayo, le admitió al hijo que él era el que inyectaba a las personas en los vuelos de la muerte, y este tipo está impune. Pablo en el 2013 fue a la Secretaría de Derechos Humanos a hacer la denuncia y se encuentra con que el código penal prohíbe que los hijos puedan declarar o testificar en contra de sus padres, salvo que el delito haya sido cometido hacia el propio hijo o un familiar de igual grado. Pero si tu papá cometió una aberración los hijos no podemos testificar, no tiene valor jurídico nuestro testimonio, entonces viendo eso, nosotros presentamos un proyecto de ley para que en caso de delitos de lesa humanidad estos artículos no sean vigentes, que, en realidad, debería ser para cualquier caso, si bien es grave que te obliguen a declarar en contra de tu padre, es proporcionalmente igual de malo si te lo prohíben, que en tal ocasión tiene que ser facultativo de cada persona. El proyecto está presentado, pero no fue tratado todavía.

En la entrevista en RT hablas de una hija desobediente en Alemania hija de nazis, ¿Por qué crees que la organización de hijos desobedientes se da en Argentina como no se da en otros países?

Como tampoco se dió la existencia de Madres y Abuelas en otros países, como tampoco hubo una reapertura de los juicios y una vuelta atrás en la impunidad como en ningún otro país. Es algo que tenemos que valorar y reivindicar, porque realmente somos envidia en otras partes del mundo en materia de DDHH y en lo que pudimos construir como sociedad.

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