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Heroína Colectiva - Trinidad Mato

  • Foto del escritor: la bola
    la bola
  • 22 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

En el desorden de mi trigésimo sexto día de cuarentena, cuaderno a mano y lapicera. Siento la necesidad de escribir sobre El Eternauta, del héroe colectivo y de lo irónico –pero necesario- que es discutir un sobreviviente de papel creado por un desaparecido de carne y hueso. Agarro mi “cuadernito de la vida”, en donde guardo todas las reuniones del último año y medio, algunos poemas y pensamientos tan fugaces como la vida misma. Abrirlo es comenzar a sumergirme, entre papeles y suspiros, en lo más íntimo de la introspección que me propone el encierro. Me dispongo a escribir y después de unas horas, el resultado son tachones, enmiendas y una letra ilegible. Mientras pensaba el concepto del héroe colectivo, se me apareció la imagen de la conferencia de prensa en donde Thelma Fardín denuncia a Darthés. En esa imagen y particularmente en ese discurso, Muriel Santa Ana dice textualmente: “Estamos unidas y fuertes. Frente a tu violencia y tu impunidad, nosotras estamos juntas”… es que en el feminismo existe mucho la noción de que sólo colectivamente se construyen victorias, de que nos ven si estamos juntas, y solo entonces podemos hacer caer el patriarcado. El “yo te creo hermana”, el “no estás sola”, el “ni una menos”, son todas expresiones de un movimiento político que jamás –ni siquiera en condiciones de aislamiento obligatorio- deja de pensar en la otra. Comencé hablando del eternauta y terminé hablando sobre feminisimo… como siempre. Pienso entonces que está claro: el eternauta narra una historia en muchos planos que deben ser nombrados y relatados. Relata la vida, la lucha política contra el poder mal usado, en donde también entramos las mujeres y disidencias. Porque como en la historia, aquí y ahora también existe un “ellos” que no podemos personificar: el patriarcado. Surge entonces, la necesidad de crear un “nosotros” más fuerte y amplio… un nosotres. Un nosotres que nace a partir de que hemos estado pariendo y construyendo un movimiento difícil de resquebrajar y que, sin lugar a dudas, ha sido muy complicado. Hace unos años, yo misma decía “soy feminista pero no de las extremas, soy tranqui”. Lo aclaraba porque decirlo me daba miedo, sentía que era un movimiento en donde había muchas tensiones y “extremos” y que no podría hacerme cargo de todo eso. Hace ya un tiempo que me puse los lentes violetas y entendí que se nos ha negado la historia y la propia vida: el placer, el trabajo, lo político, el control y la decisión sobre nuestra vida y nuestra muerte a través de la crianza patriarcal. Hemos transitado esas vivencias todas pero separadas. Y aquí estamos todas pero esta vez, juntas. El feminismo no es algo para decir bajito sino bien alto y a los gritos, con trapo y pintada, porque es lo que nos va a salvar. El avance es concreto: comprendimos que el feminismo es bancarse, ser quien querramos ser. Que nada es de nena o de nene, que el género se moldea y cambia de forma. Que no queremos que haya impedimento para soñar ni querer, pero no vamos a ser queridas de cualquier manera. Nuestras canciones hablan de cómo un nosotras va a vencer a un “ellos” impersonificable y poderoso. Y, quizá, todo este tiempo estuvimos relatando la historia de la heroína colectiva.

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