Despedida - Manuel Chávez Orione
- la bola
- 22 abr 2020
- 6 Min. de lectura
Despedida
“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.” Karl Marx.
Los años en la Escuela depositan muchas experiencias en los estudiantes. Haber empezado en el 2015 el secundario fue un punto más que interesante: viví el fracaso del peronismo y su posterior recuperación, el inicio, apogeo y caída macrista. Una reforma educativa inconsulta. Mastrogiovannis. Irrepetibles marchas del 24 de Marzo.
Inconexos (no tanto) temas mencionaba antes, pero aquí quiero hablar de otra cosa, de algo que con la experiencia vivida se puede percibir: hay un declive en la participación, en lo que pudo y supo hacer el centro de estudiantes en el que participé y participo (aunque ya de un modo inactivo y esporádico).
Contrasto y comparo pasado y presente permanentemente, pienso en los espacios tradicionales del centro: asambleas, cuerpo de delegados, la –desconocida- comisión directiva y las jornadas de debate. En todos se encuentra algo parecido, treinta minutos después de cada reunión ya nos olvidamos de lo que se discutió y pensó (a menos que sea de vital importancia como una toma o movilización de una fecha importante de nuestros calendarios), seamos sinceros, no nos interesa demasiado.
¿Y las asambleas? ¿Son entretenidas? ¿Vamos a ellas para comentar o proponer algo? ¿Para escuchar siquiera?
Las jornadas de debate ya son otro tema, sus tópicos (muchas veces forzados) confunden con desorganización o poca información y también aburren con su lógica innecesaria y eternamente catárquica.
No se puede salir de la catarsis, de decir y enunciar que todo, absolutamente todo, está mal. Quizá sea cierto, y así lo cree quien escribe: mucho de lo que tenemos debemos cambiarlo.
¿Conocés a algún integrante de la C.D.? Típica pregunta de campaña de algunas agrupaciones (he formulado esa pregunta, no voy a negarlo) con la intención de cuestionar uno de los espacios que se supone representar –justamente- a las agrupaciones con proporcionalidad a la cantidad de votos que obtienen en las elecciones.
Esto no deja de ser cierto, a pesar de ser un cliché que nunca ha conducido a nada más que una mera crítica. Decepcionante.
También, en estos años vimos como la política se movilizó fuertemente alrededor de las identidades. El feminismo, el ecologismo y el antirracismo, por dar escasos ejemplos. Acá puede estar una de las respuestas que necesitamos para recuperar el impulso, tal vez. La política abocada a pensar y enfrentar las sensibilidades generadas por el neoliberalismo ha emergido, pero no lo suficiente, y deberemos trabajar por ello si queremos cambiar las cosas.
Otro interrogante que se presenta es acerca de los modos de conversar desde la militancia, de interpelar y buscar a los demás. Nos desorientamos y desencontramos con los estudiantes. Siempre hablamos de los mismo, repetimos los mismo discursos de enfrentamiento e intransigencia hace años (que no significa que esto esté mal, sino incompleto) y abandonamos, a pasos agigantados, la gremialidad, las preocupaciones cotidianas y diarias de nuestros compañeros. Quiero hacer énfasis en este punto, porque nos olvidamos que la cotidianeidad justamente tiene que ver con lo que estudiamos hace años, con lo que aprendemos y cómo lo hacemos.
¿Y qué discusión más rica y estratégica para una comunidad educativa que una sobre el programa educativo que nos interpela y repercute a muchxs? A veces olvidamos estás preocupaciones vinculadas al aburrimiento generado por algunas materias, a la angustia que llevan métodos e instrumentos de evaluación y a las inequidades que se evidencian al pensar en el curso de ingreso y los institutos.
Una política y un centro de estudiantes de todxs debería buscar a los pibes de los talleres culturales y generar lazos de solidaridad con ellos, hacer lo mismo con los coordinadores de acción solidaria para re pensar, incluso, su programa. Deberíamos escuchar más a los olímpicos de química, matemática o física, entre las muchísimas olimpiadas que hay en la escuela. ¿Por qué nos olvidamos de que acá también existen preocupaciones y problemas?
Es menester retomar la idea de la catarsis para pensar el alejamiento y la desmovilización, empezar a abandonar (dejar en segundo plano, mejor dicho) el balance para buscar las propuestas y soluciones porque si no, ¿qué sentido tiene la participación?
Saltando a otro tema de nuestro interés tenemos otra tarea de las agrupaciones, las que conducen y las que ofician de oposición. Acumular para una agrupación es algo legítimo, por algo se milita en una y prefiere a esta pero ¿Cuál es el límite? Cuando se es oposición la propuesta, la iniciativa y la visibilidad son imprescindibles para poder pensar en el fututo y, especialmente en las elecciones. Y con ello, muchas veces se infiere en un error que termina produciendo acefalía política. Cuando se pretende conducir y no se ocupa ese lugar se genera un problema político y de referencia muy importante. Esta es una invitación a discutir, ¿cómo podemos aportarle a un centro de estudiante si todas nuestras propuestas lo excluyen?
La volatilidad de lo real nos complica frenar y mirar el futuro; detenernos y apostar a la imaginación y la creatividad lucen difíciles en muchos momentos, pero tal vez, abandonando la resistencia intransigente y la mera política abocada a la particularidad como únicas posibilidades de participación y pudiendo proponer una confluencia, una forma de conjugar la crítica con la iniciativa y las problemáticas particulares o identitarias con problemas que compartimos todxs. Aunar las distintas demandas y reclamos en un esquema transversal de participación y discusión política.
Empezar a trazar un nuevo imaginario del CECaP que queremos es la gran tarea de las generaciones que lo viven y vivirán en los años por venir. Por ello, van aquí algunas ideas o lugares que podremos empezar a discutir:
a) ¿Cómo le habla el Centro a la desmovilización? Generalmente, aunque no se quiera, se reta y enseña todo a los demás como si estos no lo supieran o fueran unos desinteresados. Se peca de superioridad moral indignándonos con lxs otrxs y su indiferencia por temáticas que nos importan. No es la finalidad del artículo restarle importancia a los clásicos reclamos del CECaP, para nada. La idea es evidenciar que probablemente, la forma de interpelar y hablar con quienes no se interesan por lo mismo que nosotros no es la correcta.
¿Por qué en vez de enojarnos no empezamos a escuchar sus preocupaciones?
Aquí deberá regir un principio igualador: que se pongan en el mismo lugar todos los reclamos y puedan ser atendidos, discutidos y que, de algún modo, se busque resolverlos colectivamente.
b) ¿Qué pasa con los reclamos históricos de nuestro centro? Evidentemente, como se atendía antes, estos perdieron todo peso, desde lo simbólico a lo práctico. No se entiende ni se define el concepto de democratización, no se discute un programa de plan de estudios, el CER continúa en la ajenidad y así podemos estar todo el día. No hay movilización posible sin conocimiento ni compresión sensible de que esto nos repercute.
Hay varios temas para tocar, primero podríamos pensar cómo se comunican estos reclamos, su irreversible envejecimiento y falta de emotividad, reducido a la redacción y articulado, tarea de un asesor parlamentario.
Por otra parte, ¿por qué no dejamos de repetir un concepto que no nos pertenece? Sí, la idea no la acuñamos nosotrxs, pero la seguimos repitiendo tal cual, tal vez, para reapropiarnos de este símbolo deberíamos redefinir y reconstruir su significado.
Ampliar los espacios de discusión programática no puede reducirse solo a un consejo resolutivo, encontrar en el consejo de convivencia una representación distinta puede ser una idea, buscar otros mecanismos para recolectar reclamos estudiantiles, comunicarnos más con profesionales de la educación, gestar lazos de solidaridad con otros preuniversitarios, son algunos vagos pensamientos que puedo imaginar.
c) ¿A todo esto, quien tiene la responsabilidad? No hay nombres propios posibles y echar culpas es un error. Pero es deber reconocer que las agrupaciones son gran parte de la construcción (y la no construcción) de este Centro de Estudiantes. ¿Habrá llegado el momento de reconocer ciertas mezquindades? ¿de conceder un espacio para poder encontrar la forma de discutir en una mesa de iguales nuevos horizontes de este centro de estudiantes?
Así como tocan nuevos tiempos políticos en la Argentina de los Fernández, es un imperativo de construir nuestra base, sin pensar que somos ni los mejores ni los peores, no debemos dejar que nos subestimen ni tampoco creernos los máximos líderes o transformadores. Somos jóvenes militantes y estamos en un proceso de formación amplio y groso, y por esto debemos aprovecharlo de este modo, entendiéndolo también como una responsabilidad, como un disfrute y una pasión, donde nuestra militancia pueda ser fructífera y no desgastante.
Es parte de la despedida, con intenciones de dejar alguna semilla por la creatividad y la imaginación de lugares mejores. Que sea iniciativa.
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