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1983 - Roberto Testa

  • Foto del escritor: la bola
    la bola
  • 22 abr 2020
  • 7 Min. de lectura

Roberto Testa - Regente del Turno Vespertino.



Era 1983, durante la dictadura cívico militar. Yo era un alumno de 5to año del turno tarde. En el patio de la Escuela, un pibe que conocía y que era del vespertino, se me acerca y en voz muy baja y mirando para todos lados, comprobando que nadie nos estaba escuchando, me cuenta que hay un grupo de amigos y amigas que se están reuniendo con la idea de hacer una revista para hacerla circular en la Escuela. Ya había una revista de la Escuela, pero esa revista era controlada por las autoridades, que decidían qué nota se publicaba y qué nota no, y que se tomaban la atribución de quitar párrafos enteros que les parecieran “inconvenientes”. Esta nueva revista que mi compañero me estaba proponiendo, no pasaría por ningún control de autoridad alguna; sería exclusivamente de los estudiantes, se podría escribir sobre cualquier cosa, sin censura de ningún tipo, y la idea era que fuera de abierta oposición a las autoridades de la dictadura. Recuerdo que la idea me resultó tan cautivante como aterradora. Mi camada, la del 83, fue responsable de la aparición de la revista Bola y de la creación del CECAP, que no había existido como tal en la época anterior a la dictadura. Se puede decir que Bola vino antes, y que ese mismo grupo maduró luego la creación del CECAP. Yo no formé parte del grupo más movilizado. Pero sí escribí para la Bola número uno y participé del proceso de formación del CECAP. Habíamos entrado al Pelle en el año 79. El año anterior había sido el Mundial 78, que de alguna forma había marcado el momento de mayor consenso de la dictadura militar en la sociedad argentina. Yo vivía en Vicente López, un barrio de gente de buena posición económica, y allí el consenso era casi total, y yo, niño aún, lo percibía por lo que escuchaba cuando iba al almacén o incluso en la Escuela primaria estatal a la que concurría. Frases que se escuchaban por aquella época: “Los argentinos somos derechos y humanos”, “hay que matar a los que haga falta”, “el cáncer se opera por el tejido sano”, “a golpes se hacen los hombres”, en fin… Hacia el año 79 había focos de resistencia, sobre todo en sectores de trabajadores. Pero eso no lo sabíamos. No aparecía en los diarios. La prensa, como la revista escolar, también estaba controlada y censurada por las autoridades de la dictadura. Y en aquel entonces, al Pelle en general no iban hijos de trabajadores sino hijos de profesionales y comerciantes; el acceso a la Escuela, con un examen de ingreso para el que no había curso de ingreso y para el que no te quedaba más remedio que prepararte con profesores particulares, lo hacía mucho más restrictivo que hoy. Por otra parte, quienes habíamos ingresado con doce o trece años en el 79, no teníamos ni idea de lo que era la política. Hacía tres años -desde que teníamos nueve- que los partidos políticos estaban prohibidos, así como los sindicatos, las agrupaciones políticas y sociales casi de cualquier tipo. No había marchas, manifestaciones, asambleas; sólo había silencio. Además, cualquier familia que hubiera tenido participación política sabía que era una locura hacer ingresar a su hijo o hija al Pellegrini, que era parte de una Universidad de Buenos Aires intervenida por la Armada, donde la represión se había ensañado. En otras palabras, quiero decir que, para la mayoría de mi generación, la política estaba fuera de nuestro horizonte mental. No teníamos ni idea de qué era eso. Pero más aún, también estaba fuera de nuestra imaginación la resistencia a la autoridad o el simple desacuerdo. La autoridad era algo que no se discutía. Estaba implantada, era inamovible, y se manifestaba a través de órdenes. Todo eso estaba naturalizado en nuestras cabezas; alguien mandaba y había que obedecer, así eran las cosas desde el principio de los tiempos y así serían siempre. Por otra parte, el Pelle era una especie de carrera de supervivencia. De cinco divisiones que entraban por turno en primer año, terminaban quinto apenas tres. Se suponía que sólo egresarían los mejores. “Las compuertas se cierran y los peores nadadores van quedando afuera” era la aleccionadora consigna que repetía un profesor de la época -a quien más tarde, en democracia, se lo echó por reivindicar a la dictadura-, aleccionaba a los y las estudiantes. Muchos y muchas simplemente no se adaptaban a esto de obedecer sin chistar, y a la disciplina exagerada y llevada hasta el absurdo, y se iban de la Escuela aun siendo buenos alumnos. Otras frases que recuerdo de aquella época y que la pintan a la perfección eran “No te metas” y “El silencio es salud”. No podías esperar mucha contención de parte de tu familia tampoco; si planteabas algún tipo de inquietud política, lo más probable era que, víctimas también del terror y la paranoia de la época, te aconsejaran que te quedaras al margen y te dedicaras a estudiar. Otra frase de la época: “El miedo es sabio”. Todo eso empezó a resquebrajarse con Malvinas, que marcó el final del tiempo político de la dictadura. Habíamos entrado en un proceso que desembocaría en elecciones libres hacia fin del 83. Sin embargo, en el 83 seguía habiendo desapariciones. Sabíamos que había desaparecidos. Sabíamos que los desaparecidos habían sido secuestrados por hacer política, sea en organizaciones armadas, como las había en los 70, o no. Era un secreto a voces que había campos de concentración y exterminio, y se rumoreaba que tiraban gente viva al río desde aviones. En mi camino a la Escuela, yo pasaba todos los días por la puerta de la ex ESMA y siempre miraba de soslayo, desde la ventanilla del colectivo 29, y pensaba que allí, en ese mismo instante, estarían torturando personas. También circulaba que había gente que había sido desaparecida no por hacer política sino por tener vínculos con alguien que quizá sí. En el imaginario colectivo circulaba la idea de que te podían llegar a desaparecer por figurar en alguna libreta telefónica de alguno que caía. Y empezamos a saber que muchos pibes y muchas pibas del Pelle, de una generación apenas cinco años más grande que nosotros, habían sido desaparecidos. Entonces, la política, el disenso, la crítica a la autoridad, estaban para nuestra generación cercados por el terror. Estábamos descubriendo un mundo nuevo, y ese mundo nuevo era peligroso. Tenías que tener mucho cuidado de con quién hablabas, sabíamos que había gente que informaba a los Servicios de inteligencia desde adentro de la Escuela. Por eso decía que cuando este compañero me invitó a escribir para el primer número de Bola, sentí a la vez muchas ganas de hacerlo y mucho terror. Me explicó que las notas saldrían firmadas con seudónimo, que se repartiría a escondidas, y que eso implicaba una especie de pacto de honor de no delatarse ni delatar a otros, frente a la previsible presión que ejercerían las autoridades para dar con los responsables. Hoy uno pierde la dimensión de las cosas de aquellos años tan extraños, y me pregunto si mis sensaciones de entonces no estaban sobredimensionadas. Pero sabíamos que la Bola era ilegal, y que de cualquier manera uno podía ser reprimido más allá de la ley. Y que, aunque más no fuera, te podían echar del Pelle casi por cualquier cosa, y no tenías derecho de apelación. En ese clima de excitación y miedo, escribí una nota contra el Regente de entonces -ironías del destino, años más tarde me toca a mí ser el Regente- ni siquiera era una denuncia, era una crítica, escrita con exagerado respeto que disimulaba mal el sarcasmo. Me acuerdo de que esa noche no pude dormir; dudaba de mandar la nota, ¿para qué meterse en problemas? No te metas, el miedo es sabio… Al día siguiente le entregué la nota a mi contacto. Un par de semanas más tarde, la revista estaba lista para circular. Eran unas pobres hojitas escritas a máquina y fotocopiadas. El nombre de la revista me pareció muy efectivo. BOLA era la sigla de Balance Ordinario Liquidado al… y seguía la fecha de publicación, pero era también la idea de algo que corre, que rueda por ahí. Y el dibujo de tapa era contundente: una bola derribando la estatua de Carlos Pellegrini. ¡Y eso que la palabra “márketing” todavía no existía! Bola fue un éxito inmediato y total. Causó muchísimo impacto en el estudiantado, era un grito de libertad, un desafío al terror internalizado de toda una generación. El desconcierto de las autoridades era palpable, trataron de presionar a algunos alumnos a los que encontraron con la revista, pero no lograron gran cosa porque la Bola corría por los pasillos, por las aulas y por el patio y era imparable. Supe, con orgullo, que mi nota era de las que más habían molestado. Y para el segundo número, eran muchos y muchas más los que deseaban participar escribiendo para Bola. El éxito de Bola duró varias décadas. Ya en democracia, la revista era legal, y era esperada con ansiedad por el alumnado. Siempre se leían notas interesantes, a veces muy divertidas, y se armaban polémicas entre agrupaciones políticas o entre CECAP y autoridades. Quien recorra las páginas de los distintos números, puede hacerse allí una idea muy precisa del clima de ideas de cada época, de las preocupaciones de cada momento, y de los cambios a través de las generaciones. En 1995 el CECAP me invitó a sacar como número especial un informe sobre los desaparecidos del Pelle que habíamos hecho con Mariela Labozzetta, entonces alumna, y que fue la base de lo que después sería la película Flores de septiembre https://www.youtube.com/watch?v=SYgo1hfwaO0&t=3305s Así que la Bola fue apropiada por las generaciones siguientes a la de sus fundadores, quienes fueron adaptando sus contenidos a sus intereses y a los nuevos tiempos. Su decadencia fue resultado de la aparición de las redes sociales, que marcó no sólo la crisis de nuestra modesta revista estudiantil sino de toda la prensa gráfica. Para mí, aquel primer número de Bola siempre evocará un momento especial en el que, ante la disyuntiva, elegí enfrentar mi miedo y publicar mi nota, y formar parte de una generación que, no sin dificultad, empezó a cuestionar y a sacudirse el autoritarismo y la represión en la que había sido educada. Y acá estamos todavía, cuestionándonos, les pibxs del 83. Brindo por nosotres y por la generación nueva que hoy se carga la Bola al hombro y decide llevarla a los nuevos tiempos y a las nuevas formas de comunicación en formato digital. Ojalá sea con gran éxito.

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